ORUJO ALGO QUE OBJETAR ¿Algo que objetar? Si algo tiene el agua para que la
bendigan, ¿qué no ha de tener el aguardiente para que todo el mundo lo cante y
ensalce hasta tumbarse en el suelo cuando la adoración se excede?, porque verás
que toda gente, en cualquier rincón del planeta, descubrió -justo después de la
rueda- la manera de ordeñarle el alcohol a los orujos de la uva, al arroz, a la
patata, a la caña o a las piedras. Algo santo y sacramental ha de tener este
invento si lo usan continuamente los chamanes para bendecir sus ritos llenando
después la boca con ron o un destilado que escupen explosionando el morro para
hacer una lluvia de niebla conjurada. Tampoco le faltaba razón a un paisanote
de Grajal que estuvo de topo huído después de la guerra y que, con ochenta y
cuatro rotundos años embutidos en su blusón, me comentaba un día de buena
mañana al pie de su viña que él desayunaba orujo en el que mojaba un corrusco
de pan duro y ya está, a correr, a comerse los días por los pies y atravesar
bien la mañana hasta la hora del almuerzo (que jamás podía ir más allá de «las
diez» o de las once). Y aquel paisano con venillas de tinto cruzándole los mofletes,
vivió sano en orujo tiempo largo y yo diría que muy satisfecho de sí mismo.
Santo orujo, bendito aguardiente, líbranos de todo mal y resucita también a
Nicanor el de Miserias porque el pobre murió adorándote. Quizá no sea tarde
para ello. Quizá podría intentarse, si es verdad lo que acabo de leer en un
«Manual del Cocinero» editado en Madrid en 1837 para que hoy nos bañemos en la
perplejidad. Aún estoy atónito. Y acompáñenme usteden en el sentir porque allí
se dice: «Modo de conservar los peces vivos: Para conservar los peces grandes
vivos y poderlos trasladar a largas distancias, se moja miga de pan en
aguardiente, con la que se llena lo interior de sus agallas, se les rocía
después con el mismo licor y se envuelven en paja. El entorpecimiento en que se
les pone les hace que duren quince o veinte días. Para reanimarlos basta
echarlos en agua fresca». Ardo en ganas de comprobarlo por mí mismo. Es
asombroso. Resucitan de su catalepsia. El agua pudre, pero esta receta casi
parece el atrio de la inmortalidad. Increíble. ¿Algo que objetarle al orujo? Pedro García Trapiello ( El Diario de León )
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